La gastronomía de México se caracteriza por su gran variedad de platillos y recetas, así como por la complejidad de su elaboración. Es reconocida por sus sabores distintivos y sofisticados con gran condimentación. Reúne tradiciones gastronómicas tanto mesoamericanas como europeas, entre otras. La cocina mexicana ha influenciado a diversas cocinas del mundo y también ha sido influenciada de cocinas como: española, cubana, africana, del Oriente Medio, asiática . El 16 de noviembre de 2010 la gastronomía mexicana fue reconocida, junto con la cocina francesa, como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
- La ciudad de México es culturalmente diversa. Esta diversidad emerge de la presencia histórica de pueblos indígenas originarios, de la población mestiza, de la inmigración de personas de distintos orígenes étnicos, regionales y nacionales, y de grupos de identidad basados en distinciones de género, religión, orientación sexual, de clase. Pero la organización política de la ciudad, y del país en general, ha impedido el acomodo y la expresión plural de su rica diversidad. En esencia, en este desfase entre la realidad de su diversidad y el arreglo político que le impide su pleno despliegue, radica el problema del multiculturalismo en la ciudad de México (como en el conjunto del país). En los últimos años, diversos grupos socioculturales exigen cada vez más el reconocimiento de sus identidades particulares y de sus derechos específicos. Tales demandas implican serios desafíos para la ciudad y el Estado mexicano en su conjunto. En este trabajo abordaremos la diversidad cultural de la ciudad originada por la población indígena, la cual se puede agrupar en dos categorías: los pueblos originarios y los indígenas migrantes; también analizaremos los tipos de derechos que reivindican estos grupos como parte de una ciudadanía multicultural, y algunos de los mecanismos que harían posible un arreglo justo y duradero a la diversidad cultural.
Una de las raíces de la diversidad cultural de la ciudad de México son los pueblos originarios, descendientes de sociedades de cultura náhuatl, que se caracterizan por ser colectividades históricas con una base territorial e identidades culturales diferenciadas. Están geográficamente concentrados en territorios de las delegaciones de Milpa Alta, Xochimilco, Tláhuac, Tlalpan, La Magdalena Contreras y Cuajimalpa. La persistencia de estos pueblos y su deseo manifiesto de autogobernarse y conservar sus identidades propias hace que la naturaleza de la ciudad sea pluriétnica, aunque esta pluralidad no se expresa en su organización política. Ésta se ordenó a partir de un patrón cultural, económico y político, pretendiendo que los diversos grupos abandonaran sus identidades particulares y se asimilaran a ese molde.
La ciudad de México fue proclamada en 1824 capital de la República Mexicana y asiento de los poderes de la federación. En ese año, la traza de la ciudad abarcaba prácticamente lo que hoy se conoce como el "centro histórico". Alrededor de la ciudad se extendían los territorios de los pueblos indios que sobrevivieron a la conquista y colonización. Los gobiernos indígenas de Tenochtitlan, Tlatelolco, Xochimilco, Coyoacán, Tacuba, Tacubaya, Azcapotzalco, tenían jurisdicción sobre extensos territorios que abarcaban numerosos pueblos y barrios. Sin embargo, a lo largo del siglo XIX, tales gobiernos, territorios y jurisdicciones indígenas fueron disueltos con la imposición de un proyecto liberal encabezado por la elite política criolla. El historiador Andrés Lira, quien documenta profusamente este proceso en su libro Comunidades indígenas frente a la Ciudad de México, señala como el inicio de ese movimiento las disposiciones legales de 1812, que preveían la extinción de las parcialidades y los pueblos de indios para erigirse en ayuntamientos constitucionales. A partir de 1820, cuando entró en funcionamiento el ayuntamiento constitucional de la ciudad de México, el cabildo se empeñó en promover la incorporación de los pueblos indios al gobierno de la ciudad, y en traspasar los bienes, propiedades, títulos y documentos de estos pueblos a la tesorería de la ciudad, como bienes propios de ésta. (1) El golpe definitivo contra los pueblos y bardos indígenas se dio con la Ley de desamortización de 1856, la cual suprimió la propiedad territorial de los pueblos y "aclamó el principio de la propiedad individual como rector de la territorial". Seis meses después de aprobada esta ley, los terrenos, plazuelas, rinconadas y potreros de decenas de pueblos y barrios indígenas habían sido vendidos o adjudicados a propietarios individuales por las autoridades de la ciudad de México. Muchas de estas propiedades se convirtieron en haciendas. (2) Al mismo tiempo, estos cambios legales, como apunta Lira, prepararon el camino para que a partir de 1858 la urbe de la ciudad comenzara a expandirse; algunos bardos indígenas se "urbanizaron" (como Tepito, la Magdalena Mixiuca, Los Ángeles, Belén, Romita), otros más desaparecieron o fueron desplazados por colonias y fraccionamientos, (3) y sus tierras de cultivo, pastizales y zonas lacustres se convirtieron en calles, caminos, edificios, casas y mansiones lujosas. Los primeros barrios y pueblos indígenas afectados por la urbanización fueron los más cercanos al casco de la ciudad. Con el correr de los años la expansión de la urbe se registró hacia el norte, el sur y el poniente.
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